Juan Felipe Pérez Moreno, Sembrador de Semillas de Conciencia, hace ya casi dos décadas, pesaba 145 kilos, tenía talla de pantalón 54, talla de cuello XXL y usaba gafas (era miope). Estando en el pináculo de su carrera profesional de abogacía, y gozando de un reconocido prestigio social, después de un acontecimiento violento en su existencia, de un impacto violento en su vida que transforma la esencia de su familia y de su intimidad, le es diagnosticado, más o menos a los tres meses, cáncer en el riñón izquierdo.
Fue un golpe muy fuerte, fue un golpe muy violento, en el que en su momento no sabía que tenía relación directa lo que estaba pasando en su vida a nivel de conflicto, con lo que estaba pasando en su cuerpo a nivel orgánico, a nivel psíquico y mucho menos a nivel espiritual…
En ese momento de su vida estaba absolutamente entregado e imbuido en la consecución de un status a nivel social y de una posición económica, pero honesta y legalmente hablando y trabajando; todo su potencial estaba únicamente enfocado hacia eso en el camino que iba recorriendo, y de pronto sale, simbólicamente hablando, una tremenda tractomula existencial y ¡paf! hace que pare en seco.
Los médicos le dicen que ese cáncer ya era un tumor bastante desarrollado, que tenía seis centímetros de diámetro. Simplemente, se le desahucia, y se le dice que no hay nada que hacer, y que la infección se había estado propagando por todo el organismo y por todo el cuerpo.
Entre muchos momentos difíciles y de incertidumbre, pasó por actitudes de ira, actitud de no aceptación, siempre había sido una persona muy perfeccionista y le parecía la peor de las imperfecciones que su vida se hubiese dañado en un entorno social, y fuera de eso su cuerpo se estuviese reventando y estallando también. Luego llegó el sentimiento de que injusta es la vida por lo que le estaba sucediendo; entrando en la etapa de justificación, en la etapa de: “¿Pero a mí por qué me está pasando esto?, si yo tan querido, si yo tan bueno, si yo tan estupendo, ¿por qué la vida me está castigando?”. Y finalmente el sentimiento de inquietud: “¿qué estoy pagando?, ¿por qué me sucede esto a mí?, ¿qué he hecho yo para que me pase esto en la vida y en la existencia?”. Y empieza una mente racional a resquebrajarse y a sentirse miserable. Lentamente, el cuerpo y el organismo se empiezan a desmoronar, la psiquis se descuadra, el espíritu y la fe tambalean y empieza la danza de la duda.
Entonces decidió que los procesos de quimioterapia, de radiación y de cobaltoterapia, que eran los métodos conocidos en ese momento, no eran el camino a seguir, porque múltiples amigos y familiares habían muerto en esos procesos, y sentía una voz interna que le decía: “Vas a perder el tiempo, déjate morir así”.
Después de algunas semanas de estar en la incertidumbre de lo que iba a pasar en su existencia, finalmente tomó la decisión de consultar a algunos especialistas en la materia, tanto en Medellín como en Miami, para ver qué se podía hacer. Se llega a la conclusión que no había la posibilidad de trasplante, no había diálisis, no había posibilidad de hacer algo que ayudase, sino extirpar el riñón, que estaba en un estado de mucho crecimiento y pretendía expandirse, lo que se conoce hoy día como metástasis. Después de las pruebas, el diagnóstico nuevamente es que no hay nada que hacer. “Cuando uno siente que se va a morir, y te dicen que te quedan tres meses de vida, es desesperante y escalofriante sentir y creer que uno se va a ir de este mundo, porque uno sentía o pensaba que lo tenía comprado”.
Luego de sacar a su familia de Medellín, decidió, y no fue una decisión racional sino muy instintiva, hoy lo llamamos de otra manera; decidió romper absolutamente con todo, y empezó a tener una cantidad de sueños y de experiencias, de estados psicotrópicos muy profundos, o trascendentes y místicos, que algunos llamarían alucinaciones, donde veía una cantidad de palmeras, de colinas, de llanuras y de personas que no conocía y que le hacían gestos de ven, ven… Cuando despertaba, decía: “Entonces, tras el problema social, existencial y económico que tengo, y el problema corporal, ¡hay que agregarle un tercero y es que también ya me estoy volviendo loco!… esto va de mal en peor definitivamente”.
Juan Felipe decide conocer Oriente que no lo conocía. Recuerda que desde pequeño, la India le llamaba, lo seducía, le insinuaba cosas a través de películas, revistas, videos y programas. La India le había atrapado el alma, y él dijo: “me voy”.
En este viaje tienen lugar acontecimientos maravillosos que están relatados en su libro “RENACER” y que lo llevan después de 23 meses de arduo trabajo interior, en un lugar mágico con Seres extraordinarios, llamados los Videntes, a una sanación total, al decir total, es en todos los niveles del Ser.
Lo más revolucionario que aprendió con los Videntes, es que de la teoría linda, de los libros bellos, de los rituales pomposos, tenía uno que pasar es al cuerpo, a la carne. Que lo que uno cambiaba en la conciencia se le tenía que reflejar, primeramente en el cuerpo. Entonces, cuando él preguntaba: “¿y el envejecimiento?, ¿y la enfermedad?, ¿y las canas?, ¿y las arrugas?, ¿y la decrepitud?”, la respuesta era: “Quien se aleja de la fuente, se va por el camino que es aceptado por todos los humanos, que es la vejez, la enfermedad o la muerte, que no son más que ilusiones”. De hecho, en libros sagrados como en la Biblia se promete que el hombre, finalmente por la gracia de Dios, vencerá a la muerte; o sea, la promesa de la resurrección es un hecho, ¡pero la promesa de la sanación también!, ¡pero la promesa de la juventud también! Acuérdate cuando Jesús decía: “¡Levántate y camina!, ¡no peques más!”, cambiemos ese “pecar”, con el mayor respeto que merece el Rey de Reyes por: “Deja de violar las leyes… deja de ir en contravía de tu espíritu, de tu cuerpo, de tu mente, de tu hablar, de tu sentir y actuar… ¡Deja de violentar la existencia misma!, ¡la Esencia misma!, para que tu cuerpo recobre esa armonía fundamental… ¡Eso es maravilloso!”.
Es así como a su regreso a su ciudad natal, en un acto de gratitud total y sin ánimo de lucro, Juan Felipe se dedica a Sembrar Semillas de Conciencia, compartiendo su experiencia y todas las prácticas o códigos secretos de salud que allí le fueron enseñados. Este apostolado dura casi dos décadas, durante las cuales se crean alrededor de 75 grupos de prácticas locales, en muchas ciudades y en el exterior, hasta que le es concedida la Gracia de poder expandir este conocimiento sagrado, de tal forma que pueda llegar a todo el que lo necesite y esté listo para recibirlo, lo que da lugar a la creación de ConoSiendo™.